lunes, 23 de noviembre de 2009

Paris para melomanos

Hay buenas salas de música en Paris, las hay grandes e importantes como Le Zenith o el Olympia. Las hay también con perfecto sonido y moderna arquitectura como la sala de la Cité de la Musique en donde además hay un museo, documentación y todo para los melómanos. Y están las salas quizás más pequeñas por aquí y por allá, cada una con su toque y estilo personal que nos dejan escuchar a los grandes de la música como también a los que comienzan su camino. En éste recorrido iremos con mi amigo Jean-Yves Lucas encargado de la dirección técnica de Astérios, organizadores de giras y productores de espectáculos, que nos dará algunas opiniones y datos….

La mayoría de los lugares tienen sus cuentos en esta vieja ciudad, algunas de ellas tienen una historia de siglos para atrás como Le Bataclan. Éste fue construido en 1864 como un café-concert, en el que la planta baja tenía el teatro y el café y en el primer piso una gran pista de baile. Luego conoció diferentes fortunas tales como lugar de curación de heridos en la guerra de 1870, cambios de dueños, hasta que en 1926 se convirtió en cine el cual cerró sus puertas en 1969. Finalmente Bataclan abre como sala de espectáculos en 1983 convirtiéndose en un escenario mítico e imprescindible que ha visto desfilar a grandes del rock, jazz, world music y incluso a la más grande de la música francesa, la mismísima Edith Piaf.

Este edificio de madera, ladrillos, cerámicas y adornos de aires exóticos de un templo chino con capacidad para unas 1600 personas es, según Jean-Yves Lucas una “muy buena sala en la que siempre hay un súper buen sonido y una cada vez mejor iluminación” y que como programación nos cuenta que es más un “lugar en el que toca gente bastante conocida, grupos de rock que andan bien en el momento, especialmente ingleses y estadounidenses, de hecho más bandas extranjeras que francesas”.

Un hoy ya declarado monumento histórico de la ciudad es La Cigale, la que nace como teatro en 1887,luego pasando también por varios destinos desde cabaret hasta cine popular especializado en Kung Fu. Cien años después y gracias al impulso del grupo Les Rita Mitsuko, re abre la nueva Cigale, reactualizada y re decorada por el diseñador Philippe Stark. “Es al mismo tiempo una sala de rock & roll y bien classe. Aquí tocan bandas que son bastante conocidas también, a las que les gusta tocar acá porque se siente en el ambiente que es un lugar con historia. Es vieja y se palpa, tiene en el techo una gran hoja de oro, sus sillas son rojas y sus paredes negras: la classe” nos comenta Jean-Yves.

Pegada a la Cigale hay otra sala que casi pasa desapercibida, si no es por que nos fijamos en los afiches con su nombre que no son muy grandes, se llama La Boule Noire. Esta también pasó por muchas historias: sala de juerga, de baile, cabaret, cine, hasta que en los años 90 se convirtió en un espacio de conciertos. Lugar de descubrimientos musicales, aunque a veces se puede tener la oportunidad de ver a artistas súper reconocidos en un ambiente intimo, ya que en La Boule Noire no caben más de 200 personas.

Atípica en su diseño y decorados setenteros esta especie de pasillo hasta el escenario, se especializa en ser un trampolín de nuevos talentos, especialmente franceses, no obstante se allá escuchado adentro a gente como Metallica o Amadou & Myriam

Siguiendo por la misma avenida encontramos otro patrimonio de la ciudad de Paris y sala de conciertos, el Elysée Montmartre, lugar bastante llamativo desde el exterior por su bella y antigua fachada que le sirve de marco a la Basílica del Sagrado Corazón. Con más de doscientos años de existencia cumplidos, este lugar es una especie de monumento de la noche, de la fiesta y de las artes.

Fue un club revolucionario en los años de la Comuna de Paris, vio nacer el French Can Can, fue marco de los más hermosos cuadros de Toulouse Lautrec y fue descrito por Emile Zolá en “La Taberna”. Hoy este espacio para 1200 personas con su gran palco, imponente escenario y alto techo se ha convertido en una escena musical joven y dinámica que acoge a todas las tendencias musicales. Para Jean-Yves más que todo “se debe visitar por lo bello e interesante que es”.

Siguiendo el mismo camino de lo que se llama Montmartre o Pigalle, este último siempre conocido por su movimiento y lo festivo, nos encontramos con otra mítica sala que acaba de reabrir sus puertas, Les Tríos Baudets. Aquí tocaron grandes de la chanson française como Jacques Brel, George Brassens, Boris Vian o Serge Gainsbourg, por eso en esta nueva etapa la idea es dedicar la sala a la nueva canción, convirtiendo esta sala de 250 lugares con dos bares y un resto en un espacio de arte y ensayo de los nuevos músicos francófonos y toda su diversidad.

Saliendo del barrio y a un par de estaciones de distancia, llegamos a Bouffes du Nord. Aunque realmente esta dedicado a las artes escénicas, todos los lunes hay música de tendencia jazz o clásica. Según nos cuenta Jean-Yves “esta es la sala más bella de Paris ya que tiene la forma de los antiguos teatros, un especie de tubo con el escenario abajo y balcones que van subiendo. Además es un teatro en el que hubo un incendio y cuando lo repararon decidieron dejar un poco el tono de lo que este accidente dejó, con paredes un poco dañadas lo que le da un estilo viejo y usado”.

Alejándonos de todas las anteriores, en el distrito once de Paris se encuentra L’Alhambra, bautizada así en honor a un célebre music-hall vecino que desaparecido en los sesentas, es el nuevo lugar de moda. Aquí hay de todo tipo de música y desde consagrados, pasando por los que están montando y aquellos que comienzan. Para Jean-Yves lo bueno de esta sala es que “como todo es nuevo se preocuparon de hacerlo bien, logrando cada vez un buen sonido como también una excelente iluminación. Aunque esto de ser tan nuevo le quita ese cachet que tienen las otras viejas salas de Paris”.

El último lugar de este recorrido es la Marroquinerie que esta en el noreste de la ciudad. Al entrar debes descender una estrecha escalera, en la que no se ve nada si ya comenzó el concierto, para tomar tu lugar en una especie de foso frente al pequeño escenario. Desde que se abrió en 1997, con sus espacio para 500 personas de pie, se impuso como uno de los principales lugares del rock independiente, entre descubrimientos y artistas mediatizados.

Lo que le agrada a Jean-Yves y a muchos que visitan este lugar es que “es un verdadero Club a la inglesa, de aquellos que siempre están llenos, hace calor, transpiras, en un ambiente de rock & roll”. Por lo que nos cuanta Jean-Yves “La Marroquinerie es un lugar a veces especializado, para melómanos con ganas de descubrir cosas distintas. Además lo entretenido es que también hay un restaurante y una gran terraza en la que puedes disfrutar un pre o post concierto en el que incluso estará el artista”.

Paris tiene muchas salas de las que se podrían hablar páginas y páginas. Les dejamos esta selección por mientras para que comiencen a a disfrutar la música en la capital francesa.


lunes, 2 de noviembre de 2009

De tumba en tumba por Paris






Paris es la ciudad más visitada por los turistas de todo el mundo. Se dice que son aproximadamente siete millones de personas al año que la recorren. Algunos hacen los tours principales, o sea, los monumentos y museos. Otros, buscan un Paris más insólito averiguando cosas distintas a lo que se ofrece usualmente. Uno de estos recorridos puede ser el de los cementerios.

Aunque la famosa necrópolis de Père-Lachaise forma parte de muchos recorridos, hay otros más que vale la pena no dejar de lado en tu próxima visita.

Puede sonar un poco morboso andar de un cementerio a otro de la ciudad, pero darse vuelta entre las curiosidades funerarias de la capital no tiene nada de sórdido o triste, al contrario. Pararse en frente de una tumba puede ser bastante emotivo, especialmente si bajo estas se encuentran grandes personalidades de la historia, de las artes, de la música, del cine, que han sido parte de la historia de los últimos siglos.

El más conocido y visitado es Père-Lachaise, que se encuentra en el distrito 20 de Paris, fue creado en 1804 bajo las ordenes de Napoleón Bonaparte, quien quería hacer un verdadero “jardín para los muertos”, un concepto totalmente nuevo para la época en la que todavía se enterraba en fosas comunes.

Así fueron apareciendo los relieves, los altos árboles y las numerosas alamedas de este cementerio que tomo su nombre del padre La Chaise, confesor de Luís XIV. Pero en la época era muy alejado para los parisinos, así que tuvo un difícil comienzo. Pero Bonaparte pensó en una buena estrategia de marketing y decidió transferir hasta el lugar los restos de Heloise y Abelard, de La Fontaine y los de Molière.

Este verdadero museo a cielo abierto, es un gran testimonio del arte fúnebre de los últimos siglos. Están las pequeñas capillas que las familias construían en medio de bosquecitos, esculturas, como también monumentos conmemorativos que se convirtieron en lugares de protesta, como el Muros de los Federados, construido en recuerdo de los reprimidos de la Comuna de Paris en 1871.

Hay imperdibles como la tumba de Guillaume Apollinaire y su esposa Jacqueline, en la que hay un monumento-mondito concebido por Picasso. El de la tumba del pintor Eugene Delacroix hecho en lava por Volvic. Para los amantes de la música esta María Callas o Edith Piaf. Para los de la danza Isidora Duncan. También esta Chpin o Pissarro, pero las verdaderas estrellas del lugar son Jim Morrison y Oscar Wilde.

El vocalista de The Doors ahora tiene un guardia que vigila su tumba para que aquellos peregrinos no se dediquen a tomar y dejar botellas y restos de lo que sea sobre su lapida. Además robaron hace un tiempo su mítico busto que lo adornaba su tumba llena de tags. Wilde, por su lado, tiene una gran esfinge esculpida por Jacob Epstein (monumento histórico de la ciudad) y miles de besos que dejan sus admiradoras sobre su lapida con labiales de fuertes colores.

En el siglo XIX Paris ya era bastante grande como para quedarse con una sola necrópolis. Veinte años después de la apertura de Père Lachaise, abre sus puertas el cementerio del Sur o de Montparnasse.

Además de ser un lugar de descanso para los que ya no están entre nosotros, Montparnasse es uno de los espacios verdes más importantes de la capital, gracias a sus miles de tilos, arces o fresnos. Aunque no siempre fue así, ya que cuando este sector aún era campo, esto era el vertedero de los parisinos, escombros que venían de canteras vecinas se amontonaban aquí en grandes cantidades. Así en el siglo XVII recibe el nombre de monte Parnasse, aunque por estos lados no hay montes ni colinas y es el cementerio más plano de la ciudad, fue la basura lo que inspiró a los citadinos.

Al entrar en este espacio de verdor, que muchos visitan para relajarse por la cantidad de vegetación, encontramos en medio de tumbas los cuerpos de antiguos molinos de harina que poblaban antiguamente el lugar. Y además Montparnasse también tiene su cuota de mausoleos o losas funerarias conocidas, por ejemplo, el busto del poeta Charles Baudelaire. Al lado de éste, podemos ver a Marie Dorval, Samuel Beckett o por ahí Julio Cortazar, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

Imperdibles de esta necrópolis son Serge Gainsbourg quien es acompañado de retratos que le han dejado sus fan, cigarrillos comenzados y tickets de metro (nadie sabe por qué los tickets). La escultura que Niki de Saint Phale le hizo a su amigo Ricardo quien “partió demasiado pronto”, o el temático sepulcro de Henri Langlois fundador de la cinemateca francesa.

Cerca de la basílica del Sagrado Corazón o del Moulin Rouge está el cementerio de Montmartre que lleva el nombre de este visitado barrio. Esta tranquila necrópolis ondulada y llena de recovecos, no siempre fue así, si no que tuvo una siniestra reputación. En el siglo XVIII estos terrenos daban acceso a numerosas canteras de yeso, que durante la Revolución sirvieron de fosa común a las víctimas de motines, varios centenares de ellos Guardias suizos asesinados en las Tulerías en 1792.

Luego de esto y durante varios años este lugar sigue recibiendo los cuerpos de una buena parte de parisinos que ya no pueden ser enterrados en la capital y finalmente terminan siendo inhumados de maneras deplorables,

Para poner fin a esta situación en 1798 la ciudad compró un poco más de una hectárea para poder ofrecerles a los habitantes de la parte norte un lugar decente y no un vertedero. Y así en 1824 se agrando y se convirtió en un verdadero cementerio.

Aunque hoy en día es cuatro veces más pequeño que el Père Lachaise, guarda bastantes similitudes. Relieves accidentados, laberínticos caminos, las mismas proporciones de capillas de todos los estilos y dimensiones, muchas esculturas de entre la segunda mitad del siglo XIX y el XX.

Montmartre tampoco se queda atrás con sus celebridades. Dos tumbas muy llamativas son las de Dalida, la de los cantos arabescos, quien posee una bella escultura blanca de ella en tamaño natural. El bailarín Vatslav Nijinski también tiene una escultura pequeña que lo representa en Petruchka (obras burlesque). Otras imperdibles pero más sobrias son las del cineasta de la Nueva Ola francesa François Truffaut, la de Leon Foucault o la de Emile Zola.

Un poco más lejos, casi a las afueras de Paris, hay un cementerio diferente a los tres anteriores. Es más pequeño y además bajo las lápidas no descansan seres humanos, sino que animales, en su mayoría perros y gatos, pero también caballos, ratones, incluso monos.

La entrada es como cualquier otro cementerio de la ciudad, rejas y construcción antigua. Pero dentro las lapidas son más pequeñas y están una muy cerca de la otra.

En Paris, los restos mortales de los animales eran, casi siempre, tirados con la basura de casa, si es que no eran directamente lanzados al Sena. Pero gracias a una nueva ley de la época, que autorizaba el entierro de animales, se creó la sociedad francesa anónima del Cementerio para animales y otros animales domésticos. Así, en 1899, el Cementerio de Perros de Asnières abre sus puertas.

Con los años esta necrópolis de animales se fue poblando de queridos compañeros, de sepulturas importantes y monumentos. En 1900 se erige un monumento a Barry, un pobre San Bernardo de los monjes del hospicio del monte Gran San Bernardo, que “salvó la vida a 40 personas y fue asesinado por la 41”.

También están los monumentos a aquellos valerosos canes como los policiales que cayeron en servicio, como Dora de la comisaría del barrio, el multi medallas de Top o el pobre Leo asesinado en servicio. Famosos no faltan, como el actor de televisión Rin Tin Tin; o aquellos que pertenecieron a famosos, uno visitado es el gato de Henri de Rochefort quien murió de tristeza a pocos días del fallecimiento de su amo. Anónimo entre los anónimos, fue un perro errante que vino a morir en las puertas del cementerio en los cincuentas, en honor a él la dirección le hace un monumento además por ser el animal número 40 mil enterrado en el lugar.

Pero no sería nada este cementerio, si no fuera por aquellos desconocidos perros, gatos, pájaros, tortugas, conejos, hámster, gacelas, o caballos que descansan en sepulturas esculpidas, floridas o decoradas que demuestran el cariño de sus amos.

Aunque algunas abandonadas, muchas están llenas de colores, adornadas con gustos diferentes y a veces estrafalarios. Algunas lápidas tienen las fotos del animal y algunos amos no dudan en posar junto a ellos. Sus juguetes y objetos preferidos acompañan a algunos. Tristeza y desconsuelo escritos sobre ciertas tumbas, el dolor de humanos que reemplazaban hijos o a los amigos por sus perros o gatos..

Hay de todo, incluso, es el hogar de gatos bien vivos. Estos tienen su casa en el cementerio, merodean y descansan sobre la última morada de sus pares, como los vigilantes del lugar que incluso tienen una asociación que se encarga de cuidarlos y alimentarlos.